Resaca de vivir

Resaca de vivir

jueves, 10 de julio de 2014

¿DÓNDE ESTÁ MI BOLITA DE AZÚCAR?

Desde el momento mismo en que un anciano cruza por primera vez la puerta principal de la Residencia, dice automáticamente adiós al mundo de afuera. Para siempre. Sin camino de vuelta.

Vale, debo matizar. Algunos, los más afortunados, saldrán un día a la semana a comer con su familia, o saldrán el día de su cumpleaños, o el del cumpleaños de su hija. Para otros, la gran mayoría, el mundo quedará relegado de por vida a este ambiente soporífero, a este olor a rancio por los pasillos, a este puñado de días casi idénticos en los que se instalan, sin más remedio, para vivir languideciendo.

Ahí es donde radica la principal particularidad de trabajar en una residencia, en que los pacientes no vienen, se les trata y se van, sino que ésto se convierte para ellos en su nuevo y único hogar. Vienen para quedarse, dejan de ser pacientes y pasan a llamarse residentes, porque aquí es donde vivirán hasta que la muerte, más temprano que tarde, se los lleve.
Una viene, se uniforma, trabaja, medio convive con ellos y se va, pero cada vez que vuelves, ellos siempre están, no se mueven de este lugar. Por tanto, para bien y para mal, acaban formando parte de tu vida personal y, por supuesto, tú de la suya de una forma probablemente aún más especial.

La aplicación práctica del término equidad, que en teoría debería encabezar el mundo de la Sanidad, no es del todo real. A nivel material, se hacen ligeras distinciones, es una verdad universal que aquí mismo, a pequeña escala, he podido comprobar. Aquí, como en todas partes, hay favoritismos y alguna que otra discriminación económica, es la pura verdad, pero bueno, eso es otro cantar. A nivel emocional, que es de lo que quiero hablar, sucede exactamente igual. No puede ser de otro modo. Es imposible tratar a 80 residentes de la misma manera. Es muy difícil, casi utópico, ser completamente imparcial. Se trata con respeto a todo el mundo, faltaría más, pero a unos se les aprecia un poco más, y a otros pocos se les coge un cariño especial.
Puede que no quede muy bien decirlo, pero todas las que trabajamos por aquí tenemos nuestros residentes favoritos. La vida misma, qué queréis que os diga.
Tu residente preferido puede ir cambiando, claro, no es un concepto estático, porque la plantilla se va renovando. Lenta pero implacablemente van desapareciendo residentes y sus huecos son sustituidos por ancianos nuevos que repiten el mismo proceso: cruzan la puerta y adiós muy buenas, mundo de afuera.
Por tanto, hay residentes que son eso, residentes sin más, y luego están los otros, aquellos por los que una siente una debilidad especial, a los que incluso se les llega a querer de verdad.

Toda esta presentación me lleva inevitablemente a hablar de ella, a la que curiosamente atendí la primera en mi primer día, aquella que fue mi favorita durante muchos, muchos, muchísimos días... Luisa.

Luisa tenía los ojos azules más bonitos que he visto en mi vida, una sonrisa especialmente entrañable, y la resignación y abnegación que la caracterizaban, sobrecogían a cualquiera. La conocí con una sola pierna, pierna que también acabó perdiendo tras ser invadida y consumida por úlceras diabéticas. No sé qué tenía, pero despertaba en mí mucha ternura, y a mí personalmente me apetecía abrazarla constantemente. Siempre se unía a todos mis juegos y tonterías, y verla reír a carcajadas era una delicia. Lo mismo jugábamos a que su tripa era un tambor, o nos burlábamos con cariño la una de la otra, o imitábamos el sonido de animales... incluso compusimos una canción que entonábamos las dos ante las miradas atónitas de quien pasara y cuyo estribillo decía así: "¿Dónde está mi bolita de azúcar, dónde está mi bolita de anís?" Ñoña, ¿eh? pues sí, pero provocó muchas risas y situaciones bonitas.
Luisa fue, sin lugar a dudas, la residente que marcó mi llegada a esta Residencia, mi referente de aquella época, la que más presente estuvo en esos primeros días como enfermera, y creo que en mi evolución como trabajadora, entre otras muchas cosas, ella tuvo que ver de alguna manera. Inevitablemente quedaron en mí pedacitos de ella, momentos compartidos, risas, alegrías y penas.

Hace poco, su hija Elena se puso en contacto conmigo mediante un mensaje que decía: "¡Feliz carnaval, Isa!". Adjuntaba al texto una foto de Luisa en su última fiesta de Carnaval en la Residencia. Creí, o quise creer, por qué no, que de alguna manera era como si, a través de su hija, me estuviera hablando ella.

El pasado 2 de Julio hizo un año que falleció Luisa y hoy la recuerdo y le hago un huequito en este espacio.
Esa pregunta que nos hacíamos antaño cantando, "¿Dónde está mi bolita de azúcar, dónde está mi bolita de anís?", adquiere ahora una connotación triste y gris.
Me temo que ante esa pregunta no tengo respuesta, no tengo ni la más remota idea, pero lo que sí sé es que me basta con mirar esta fotografía para que me vuelva de golpe toda aquella época, mi ingenua manera de mirar al mundo ya obsoleta, fogonazos de imágenes de la que yo era, tormenta de ideas crédulas, lluvia de recuerdos que ya son sólo eso, y si me esfuerzo, si miro bien la foto, si me detengo, logro sentir a Luisa y a todo lo que ella representa, cerca, muy cerca. Porque hay sensaciones, vivencias y personas que se nos agarran de tal forma que se van pero que al mismo tiempo se quedan; sí, Luisa, es esa, me parece que acabamos de dar por fin con la respuesta: hay personas que se van... pero se quedan.





4 comentarios:

  1. Siento que no tengas tiempo para poder enviarte mi libro y que se completase con tus experiencias que son tan mías...
    En este mes de Julio también murió hace ya unos pocos años, Pilar, que fue mi Luisa en Castejón de Sos, en sus últimos días no sabes lo que me aportó. En su funeral fue increíble, como si viviese todavía para darme un último consejo. Y hoy en día leo todavía un libro que me dejo y al que no hice caso, pero que sigue siendo importante para mí.
    Un abrazo y gracias por compartirlo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por compartir conmigo tu experiencia. Siento andar tan escasa de tiempo ahora mismo, ¿no has pensado en publicar tus relatos en un blog? así sería mucho más sencillo leerte. Un abrazo!

      Eliminar
  2. Carlos Hernán Sanz30 de julio de 2014, 17:51

    Me ha encantado. Ya me contarás sobre esa forma, a tu juicio ingenua, que tienes de ver el mundo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Carlos =)
      Me temo que, esa ingenuidad que me caracterizaba, quedó en el pasado, creo que he visto demasiado...

      Eliminar