Resaca de vivir

Resaca de vivir

lunes, 20 de abril de 2015

UN DÍA CUALQUIERA

"He visto sitios donde las canas salen sólo de entrar"


Hoy, Don Pedro, residente y sacerdote, me ha confesado entre lágrimas que últimamente le tiene mucho miedo a la muerte. Conchita me ha parado por el pasillo y me ha contado, visiblemente preocupada, que por primera vez en sus 91 años de vida se ha orinado encima. Josefa me ha preguntado literalmente: "señorita, ¿sabe usted cuando terminan estas vacaciones y podré volver a mi casa?. Luisa, después de recibir una simple caricia por parte de una auxiliar de Enfermería, le ha dicho: "gracias por tocarme, amiga". María Jesús, que se mueve en silla de ruedas desde hace más de una década, me ha preguntado que cuando podrá volver a caminar. Fuensanta estaba totalmente convencida de que tenía que irse a su casa porque su madre la estaba esperando para cenar, y a la Hermana Isabel le ha dado por gritar a pleno pulmón: "¡Gracias, Señor, por mandarnos tanto dolor, sólo así podemos darle gloria a Dios!"

Por eso, entre tantas situaciones grotescas que una presencia en esta Residencia, situaciones que te van minando de una u otra manera, no queda más remedio que tragar saliva, pintarte una sonrisa y aferrarte con fuerza a esos pequeños gestos, por minúsculos que sean, que nos rodean; como por ejemplo que, mientras estoy en el patio tomándome un descanso, Encarnita abra la ventana, enganche una bolsa a un par de pañuelos que hacen de cuerda, y me regale unas galletas.
Esas benditas historias y anécdotas que se cuecen en un día cualquiera en esta Residencia.





miércoles, 18 de marzo de 2015

DULCE VENENO

A veces me pasa. Me pasa que algo me gusta, y me gusta mucho. No necesariamente tiene que ser una persona, es más, lo raro en mi caso es que sea una persona, o por lo menos una persona entera, quiero decir. En muchas ocasiones es sólo un diminuto detalle, casi imperceptible, el que me despierta de mi letargo, el que me libra de las garras de la anhedonia, el que me seduce y me reconcilia con el mundo aunque sea por unos minutos.
A veces me enamoro de la sonrisa de una persona con la que me cruzo por la calle, o me obsesiono con un determinado personaje, me quedo embelesada con una frase, me fascina un acto casi perfecto que presencio, me impresiona una de esas miradas que por sí solas hablan, un libro me atrapa, un olor me invade llegando a transportarme, se apodera de mi mente una imagen, una emoción se me agarra a las entrañas, me atraviesan sensaciones inusitadas como agujas afiladas.

Pero, como defensora de causas perdidas que soy desde bien chica, hay algo en concreto que siempre me ha resultado especialmente llamativo, y son esas cosas que una sabe de sobra que sólo le será permitido contemplar sin más. Nada de tocar, de intervenir, de participar.Tu papel es el de mera observadora y poco más. Sabes, demasiado bien sabes, que eso que tienes delante no es para ti ni lo será pero, desafiando a toda lógica, te encanta y ya está.
Hablo de esas cosas, o personas, que podrían resultarte simples y banales, y que de hecho quizá en un principio lo hicieron, pero que de pronto, por un extraño mecanismo, se transforman ante tus ojos en fascinantes, perfectas, delirantes, como si sólo existieran y estuvieran ahí puestas para encantarte, como si su única razón de ser fuera que tú las deseases. Por ende, siento también una extraña debilidad por esa lacerante aunque placentera contemplación de eso que nos resulta extraordinariamente bello y que quizá nos lo parezca aún más justamente por eso, por saber de antemano que nunca será nuestro.
Un detalle, un ademán, una peculiaridad, una actitud, una postura, un gesto. Todo vale para accionar el picaporte que abre la puerta del complicado universo del deseo.

No sé si lo has pensado, pero lo más bonito de estar vivo no es otra cosa que sentir, con fuerza y en mayúsculas. No es el objeto en sí mismo, sino el incidente mágico, fortuito, de que te guste, la capacidad de asombro, la admiración, el deseo, el anhelo, el apetito. Lo realmente bonito es la conexión creada entre el objeto de deseo y tú mismo, ese intangible vínculo, esa poderosa e invisible atracción que a veces está destinada a morir sin más siendo completamente desconocida por el receptor.

Hacía tiempo, la verdad, que nada ni nadie despertaba en mí estos impulsos eléctricos, este estar sin estar, estos estúpidos nervios, este dulce veneno. Así que, ahora que te tengo enfrente por última vez, y a falta de exactamente una hora para no volverte a ver, y sabiendo que ésto que no se muy bien como llamarlo (tontería adolescente sería bastante acertado) tiene sus días más que contados, déjame decirte un par de cosas. Por variar, por no callarme, por celebrar que palpita mi carne, por el mero hecho de abrirme el pecho de una tajada y mostrarte este incendio. Seré breve, lo prometo:

Me gusta cuando explota en tu garganta una carcajada, sobre todo cuando no viene a cuento. El movimiento de los pliegues de tu camisa acompasado con el de tu cuerpo. El azul totalmente imposible de tus ojos. El mechón rebelde que cae sobre tu frente. Tu voz grave. La exquisitez de tus modales. Cuando te rascas descuidadamente la cabeza y te despeinas de esa manera. Esa forma tuya de estar en lo que estás. Cómo te involucras. La delicadeza de tus gestos. La elegancia de tus movimientos.
Me gustas, simplemente. Como sólo ciertas cosas saben gustarme.
Me gustas más porque no te conozco, y eso me permite inventarte ante mis ojos absolutamente a mi antojo.
Me gusta que me gustes, reconocer el milagro que cada vez se compra más caro.
Me gusta contemplarte sin objetivo ni finalidad concreta, aparcar mi vida ahí fuera, apostarme en mi butaca y dedicarme exclusivamente a dejarme empapar de belleza.
Me gusta disfrutar y padecer este incendio emocional sabiendo que tiene una fecha muy próxima de caducidad, con la absoluta certeza de que, más pronto que tarde, ésto que ahora arde quedará reducido a un puñado de cenizas.
Me gusta y lo odio, a partes iguales: sentir sólo por sentir, hacerlo con intensidad, idealizar, imaginar, perder siempre un poco la cabeza, soñar.

En fin, te lo resumiré en una línea: me pareces tremendamente atractivo. Sí, atractivo, uno de mis términos preferidos. O espera, espera, que me ha sabido a poco, déjame deleitarme, déjame repetirlo: me pareces JODIDAMENTE atractivo. Ale, ahora sí, después de tanto rodeo ya lo he dicho.


"Ahora que tienes la forma de mi deseo, ya estás listo para irte de mi vida". Frío de vivir.

viernes, 27 de febrero de 2015

LA RESACA DE MI VIDA

Yo soy la que, ahora más que nunca, tiene miedo al boli y al papel, la que cada vez bebe más café, la que luego tiene que compensar el exceso de cafeína tirando de tila, la que adorando su trabajo es también capaz de odiarlo, la perpetua personalidad gélida que, sin embargo, se emociona hasta lo más hondo contemplando el rostro de un anciano.

Yo soy la que pone punto y final y acto seguido le acaba añadiendo dos puntos seguidos, la que no tiene ni idea de cuál es su sitio, la que quisiera tener fe pero me temo que no es lo mío, la que muere un poquito cada vez que piensa que un día te habrás ido.




Yo soy la que intenta ser normal pero me resulta aburrido, la que se siente tremendamente orgullosa de haber construido una amistad de este calibre contigo, la que sabe de sobra que lo que hoy es bonito en cualquier momento puede convertirse en algo dañino, la que adora la preciosa casualidad de haberte conocido.




Yo soy la que intenta tener disciplina pero en cuanto coge la toalla la tira, la romántica empedernida, la que lo mismo se lanza entusiasmada a la vida que se queda acurrucada con los tapones puestos en su guarida, la que lo mismo Tote King, que Ricardo Arjona, que Sabina, yo soy la que te mira cuando crees que nadie te mira.




Yo soy los sueños y anhelos que nunca salen de mí misma, los recuerdos al por mayor que atesora mi mochila, la que no sabe si quedarse o largarse, si ésta u otra vida, tan sumamente llena, tan vacía, tan sensible, tan endurecida, la que se deja llevar sin demasiadas expectativas mientras mastica un chicle de clorofila.





Yo soy la adicta al sol de invierno, la que disfruta desayunando pizza fría, la del "On the road" en el coche a toda pastilla, la que sueña con vivir miles de vidas distintas, la que se enamora cada día de algo, una mirada, una conversación, una frase, una sonrisa, yo soy la que se deja la piel en cada uno de los segundos que dura un ataque de risa.




Yo soy la que ríe por no llorar, la del "no me pienso quejar", la que le encanta gastar bromas y hacer reír, la del "vive y dejar vivir", la que da igual lo que haga que siempre vuelve a las andadas, la que aunque toque el cielo con la mismísima punta de los dedos siempre acaba de nuevo liada con el sinsentido, con el vacío, con el tedio, la que no puede evitar pensar que hagas lo que hagas, y vayas donde vayas, no importa el sitio, el final va a ser el mismo.




Yo soy alegre, entusiasta, apasionada, seria, grisácea, apagada, alérgica a la rutina por antonomasia, la que lo mismo se va de novia con la vida que le pone los cuernos con la desdicha, yo soy ridículamente idealista, la del arre unicornio, la del humor absurdo, la de la ironía, la de los sustos, la especializada en bromas de mal gusto.


Yo soy la que hoy lo pone todo en duda y mañana siente que ha dado con una verdad absoluta, la que todo empieza y nada acaba, la distraída, la despistada, la que le cuesta quedarse dormida pero luego no hay quien la devuelva a la vida, la que ha aprendido que perdonar es hacerse un favor a sí misma, la incorregible caprichosa, la siempre agradecida, la que saldría ahora mismo contigo huyendo despavorida.




Yo soy Los puentes de Madison, Eduardo manostijeras, Mar adentro, Tomates verdes fritos; Los lunes al sol, La vida secreta de las palabras, Si la cosa funciona, Un cuento chino; Spiderman, You're the one, Los chicos del coro, Gran Torino. Yo soy la que se olvida del mundo entero en una sala de cine con una bolsa de Crujitos.




Yo soy la que finge que nada le importa demasiado, la que le cuesta renunciar al pasado, la de las historias surrealistas, la del "estar sola contigo misma", la que aspira a vivir con la piel de gallina, la que no encuentra su colonia favorita, la de las bajadas, la de las subidas, la que te quiere pero ya no te necesita.





Yo soy la que desconoció gente que conocía, la que conoció muchas otras que desconocía, la que odia la palabra "aceptar" pero de sobra sabe que muchas veces no queda alternativa, la que no le importa la velocidad sino hacia dónde camina, la que colecciona errores de todos los colores, clases y categorías, la que prefiere calidad a cantidad, salvo si hablamos, lo admito, de comida.




Yo soy La vida sale al encuentro, Marcelino pan y vino, Museo de la soledad, La elegancia del erizo, el olor a crema de la cara de mi madre antes de que me haya dormido, la de los sentimientos desbocados, la de la memoria selectiva, la poseedora del lujazo de seguir creciendo con mis amigas de toda la vida.




Yo soy más lo que callo que lo que digo, la que se empeña en encontrar en todo algo bonito, la que sonríe sólo por no estar muerta, la amante de las locuras, la precavida, la que es mitad adulta mitad niña, yo soy Isa, defensora de causas perdidas, Cuki, Sister, Soma; Bebi, Itsuki, Moff, Fofa; Nurse Jackie, Isabelita y otras miles de tonterías que a mí me dan la vida.




Yo soy un amasijo de pasiones, una dramática sentimentaloide, una perenne duda no resuelta, una contradicción eterna, una interrogación con disfraz de exclamación, una coraza, un caparazón, un ser insignificante, vulgar, simplón, un ser humano que sólo busca como tantos buena compañía, pillar una copa en esta fiesta, encontrar un refugio donde defenderse de esta guerra.




Yo soy lo vivido y lo que está por llegar, lo pasado y lo que tenga que pasar, lo que la vida me vaya haciendo, todo cuanto me vaya sucediendo, lo que yo proponga pero Dios disponga, lo que la vida haga y deshaga a sus anchas, las alegrías, las decepciones, las experiencias, las lecciones, las personas que están, las que estuvieron, las que sin estar nunca se fueron, todos y cada uno de mis pensamientos, emociones y sentimientos.





Yo soy el movimiento de las olas del mar en retroceso, el malestar de quien ha bebido en exceso, la consecuencia que siempre dejan los acontecimientos, el poso de mis recuerdos, yo soy el trofeo de saberse sorprendida, superada, confundida, pero milagrosamente viva, yo soy lo que la vida me da, lo que la vida me quita, el préstamo en forma de días.

Yo soy, en definitiva, la resaca de estar viva.