Resaca de vivir

Resaca de vivir

sábado, 1 de marzo de 2014

MOTIVOS PARA NO DAR EMPUJONES

Cuatro hijos, sanos, jóvenes y fuertes. Un marido, el que fue su novio de toda la vida. Una casa, por fin pagada. Una vida interior, propia e intransitable. Unas señas de identidad, intransferibles y personales. Unas características individuales, únicas y definitorias. Y, exactamente, 64 años.
Eso es, a groso modo, lo que tenía Pepita cuando le diagnosticaron Alzheimer.

Hoy Pepita tiene 72 años y un gran deterioro de su estado general. En estos 8 años de evolución, la enfermedad neurodegenerativa no se ha tomado ni un sólo día de descanso en la cruel tarea que se le encomendó, sino que, insidiosa e implacablemente, ha ido minando todas las dimensiones de su ser.

El cuadro no puede ser más desalentador. Dependiente para todo. Vida cama-sillón. Incontinencia urinaria y fecal, ergo, pañal. Imposibilidad para mantenerse en pie y, por tanto, para deambular.
Incapacidad para fijar la vista en un objeto. Comida triturada por afectación de la musculatura deglutoria. Sialorrea y babero. Desconexión casi absoluta del medio. Imposibilidad para conocer a nadie y para comunicarse. Parches de Rivastigmina pegados a su piel que en ella, a estas alturas, son puro paripé. Aislamiento, incomunicación, reclusión. Soledad de soledades, sin piedad ni clemencia, sin reposo ni tregua.

Su día a día consiste siempre en lo mismo: las Auxiliares la asean, la visten, la levantan, la sacan al salón, la sientan en el sillón, le dan de desayunar, comer y cenar, le cambian el pañal, la cambian de postura, la vuelven a acostar. Así un día, y otro, y otro, y otro más... y vuelta a empezar.
Se podría decir, sin lugar a dudas, que la vida entera de Pepita depende de lo que las personas que la cuidan hagan con ella. Resulta un poco aterrador... ¿no?

Son las 9'30h de la mañana de un día cualquiera, estoy en el salón administrando medicación, batallando con Fuensanta, residente cabezona donde las haya, que me viene a decir que yo insista cuanto quiera pero que las pastillas me las voy a tomar yo porque lo que es ella va a ser que no. Dos Auxiliares de Enfermería atraviesan el salón con una grúa geriátrica que trae a Pepita colgada. Al mirarla, sorpresa y sonrisa automática.
Pepita lleva los labios pintados de rosa, colorete en las mejillas, sombra de ojos azul. 
La imagen, decadente y bella a partes iguales, me provoca un nudo en la garganta trenzado con hebras de ternura y conmoción, como si los cosméticos, firmes en su decisión, se burlaran de la terca enfermedad de Pepita con su toque de color.

Porque vale, este mundo despiadado y desalmado va cada vez peor, de acuerdo, y bien cierto es que estamos anclados en el "todo vale y nada importa demasiado", y los valores, la decencia, la nobleza, la honradez, el respeto, la honestidad, y todos esos cuentos edulcorados que nos han vendido, están en paradero desconocido, y lo que es peor, nadie está dispuesto a pagar por su rescate ni un duro; y el individualismo está en auge, y el egoísmo crea adicción, y el hermetismo marca tendencia, y la humanidad, no nos engañemos, con demasiada frecuencia apesta, y a veces una se plantea acabar con los espejos del mundo entero para no tener que sentir vergüenza ni agachar más la cabeza. Y, en fin, que sí, que para qué seguir, que este mundo está rematadamente enloquecido y enfermo, y nosotros, por descontado, vamos irremediablemente encaminados a ello.

Pero, ¡hay un pero! hoy Pepita ha salido maquillada de su habitación y eso, para mí, rompe todos los esquemas.
Un ser demente, decrépito, ajado. Un ser fracturado, averiado, estropeado. Un ser que ha perdido su identidad, su esencia. Un ser del que hoy sólo queda una cutre versión, infame y pésima de lo que Pepita era. Un ser perdido, un renglón torcido, que sin motivo y sin razón ha sido hoy maquillado con esmero, entrega y dedicación por una Auxiliar de Enfermería, profesión tan noble como necesaria, tan ardua como poco valorada, tan admirable como humana, a la que hoy se le ha ocurrido, bendita decisión, dedicar 10 minutos de su siempre escaso tiempo para 'poner bien guapa' a Pepita.
Un acto que, en apariencia, puede parecer intrascendente y trivial para aquel que, demasiado contaminado por esta frívola sociedad, haya perdido la capacidad de mirar más allá.
Pero para mí, que desde no hace mucho tiempo subrayé en el diccionario el verbo exprimir, y decidí empaparme por completo de todas estas situaciones y escenas surrealistas, tan atiborradas de energía y vida, en las que late la totalidad en sí mismas, el detalle de maquillar hoy a Pepita me parece un acto desbordado de significado, una acción noble que me enorgullece sobremanera, una escena que hace que todo valga un poquito más la pena, un hecho que, de entre tantos, me hace sentir dichosa de tener este paraje baldío como campo de faena, francamente satisfecha de haber acabado en esta Residencia, rodeada de sufrimiento y miseria y no de solemnidad y trajes de chaqueta. Afortunada de observar la vida y la muerte, siempre de la mano, tan de cerca.

Un acto que me recuerda que, entre tanta suciedad, carroña, mugre, impureza, aún nos queda un soplo fresco de delicadeza.
Un episodio que me confirma que cualquier campo de batalla, por duro y espantoso que sea, guarda siempre un cálido rinconcito donde aún late un cachito de nobleza.
Una estampa que reafirma lo que yo compruebo cada día: que el paisaje podrá ser, y lo es, tremendamente desolador, pero nos queda la sonrisa, el entusiasmo, la pasión; la gente que le pone a la vida ganas y corazón. Nos queda la energía, la fuerza, el vigor. Nos queda gente grande, la gentileza, el primor; la cortesía, el respeto, la empatía, la consideración. 
Nos quedan personitas anónimas como esta Auxiliar de Enfermería que, desinteresadamente, asume hoy el rol de esteticista. Gente que hace de un trabajo que no es ningún cuento de hadas una labor extraordinaria. Gente con la que tengo la suerte de encarar cada nueva jornada, día tras día, siempre con una inusual y desbordada alegría.

Y ya, lo sé, lo sé, demasiado bien sé que no corren precisamente tiempos de héroes ni de superpoderes, de paraísos ni edenes, de bienaventuranzas y salvaciones....
Pero, precisamente por eso, porque no es tiempo de dioses, tenemos más motivos y razones para no dar empujones.





11 comentarios:

  1. Llevo leyendo tu blog desde casi su comienzo, llegue a el por casualidad y ahora es una visita obligada.
    Poco mas hay que añadir a esta entrada tan llena de verdad. Gracias por compartir con todos lo que es tu realidad diaria.
    Y como he oido decir mil veces, "hasta en los dias mas oscuros, en los mas tristes siempre hay hueco para un momento de alegria o un rayito de luz...."

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    1. ¡Hola Ana!
      Qué razón tienes, siempre queda un rayito de luz, aunque a veces sea difícil encontrarlo...
      Muchas gracias por leerme, por tu apoyo, por tu comentario. Para mí, eso es un mundo =)
      ¡Un abrazo!

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  2. Q bonito escribes hija...no me canso de leerte ni de sorprenderme. La verdad q tenemos q dar gracias del trabajo tan bonito q tenemos. Sus familias depositan el resto de sus dias en nuestras manos confiando en que los cuidemos y mimemos como ellos mismos harían...y a veces,es cierto q por falta de tiempo o de moral ese dia,olvidamos lo q realmente son y nos centramos en llevar a cabo la rutina de asearlos,vestirlos,darles de comer y cambiarlos...a veces...pocas,gracias a Dios. Pero otras,como esa q cuentas,los maquillamos,les cantamos,les bailamos o simplemente les gastamos bromas para sacarles una leve y arrugada sonrisa...y tía...a mí,y seguro q a tí también te pasa,que esos días q pasas de la rutina y les hacemos un poco más felices,llego a casa y me siento satisfecha y cumplida del grandioso trabajo q desempeñamos... choque de orejas!!!

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    1. ¡Precioso comentario, mi pequeña Pim! =)
      Como ya te dije, mientras escribía este post pensaba muy especialmente en tí, así que como si fuera tuyo ;)
      Enhorabuena por tu humanidad, cariño y alegría en el trabajo. He aprendido un montón de vosotras, de tí =)
      ¡Un besazo y un choque de orejas!

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    2. Gracias!! Q ilusión!! La verdad q formamos un gran equipo!! ♥♥♥♥

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  3. Felicitaciones de nuevo. Me encanta como narras esos días que parecen grises que todo está acabado y es que las hay, hay personas que dedican tiempo a los demás, que no se le caen los anillos por ayudar.
    Me ha gustado mucho y dicen que las cosas de la infancia no las olvidan, como la música que escuchaban,que dura enfermedad..

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    1. ¡Hola Andrea!
      Me alegro de que te guste y te doy mil gracias por seguir leyéndome y por tomarte la molestia de comentar.
      Para mí es una gran alegría todo ésto, poder compartir mis vivencias y saber que al otro lado hay gente que las lee y que de algún modo las hace suyas, me da vida. =)
      ¡Un abrazo!

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    2. Ya estoy enganchada a tus historias!
      Pienso igual que tú, yo también tengo un blog pero no lo comentan aunque me leen y al decirme que les gusta ya con eso me alegran la vida!!

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  4. Esta pequeña y conmovedora historia nos lleva ala reflexión fundamental aristotélica de la esencia del hombre. Esa mujer perdida todo aspecto y función humana sigue manteniendo su dignidad a pesar de todo y por ello ese pequeño gesto que describes se nos antoja tan conmovedor realista. Enhorabuena por este blog que saca a relucir en medio de la rutina preciosos trozos de una realidad aveces velada a nuestros ojos.

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    1. jajajajajajja me parto contigo!!!! Bonico hermano!!! (L)

      -Ange-

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  5. ¡Hola Juanjo!
    Todo un honor para mí tu comentario =)
    Muchas gracias por leerme y por tomarte la molestia de comentar. Para mí, que unos pocos lean mis pequeñas reflexiones, es una gran satisfacción.
    Como bien dices, a veces, olvidamos mirar más allá, nos dejamos llevar por el rutinario día a día y no nos dejamos empapar de estos trocitos de realidad tan duros pero tan cargados de significado.
    Un abrazo y gracias de nuevo :)

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