Resaca de vivir

Resaca de vivir

jueves, 6 de febrero de 2014

"DÉJAME EN PAZ"

Juan, como tantos por estos lares, tiene Alzheimer.
Pero, como bien es sabido por todos, no hay enfermedades sino enfermos, o lo que es lo mismo, una misma enfermedad adopta múltiples formas según la persona que la padece.
Así, en Juan, la huella más característica que esta devastadora enfermedad ha dejado en él, es una fuerte aversión por el ser humano que se traduce en un total hermetismo.

Juan, sin ninguna alteración del lenguaje que lo justifique, no habla nunca con nadie. Siempre quiere estar sólo, procurando a toda costa apartarse de los demás.
Juan odia que lo molesten, sea para lo que sea. Conseguir, por ejemplo, que se deje tomar la tensión, puede resultar toda una hazaña.
Cuando sus episodios psicóticos hacen su aparición, las auxiliares se las ven y se las desean para asearlo, vestirlo o cambiarle el pañal. A veces hace falta un verdadero batallón porque Juan se retuerce como un animal enfurecido, grita desesperado, se tira al suelo e incluso intenta agredir.
Es como si para él todo representara una amenaza, un peligro, una agresión.
Él sólo quiere dormir, comer, y que lo dejen en paz, varado en su particular océano negro, profundo e inaccesible.

Pero sin duda el gran drama es cuando viene a verlo su hija.
De un tiempo a esta parte, Juan no sólo no la reconoce sino que además, la hostilidad que siente por el mundo en general, la incluye también a ella.
Siempre se repite el mismo ritual. Ella se sienta a su lado. "Hola papá", le saluda con su mejor sonrisa. Juan, automáticamente, se levanta y se cambia de sillón. Ella vuelve a intentarlo y se acerca a él otra vez. Juan se levanta de nuevo y regresa al sillón anterior. Ella, incansable, sigue repitiendo la misma operación, hasta que Juan le grita: "¡Déjame en paz, coño!"
Entonces ella abandona un rato el salón y, pasados unos minutos, vuelve a entrar. En ocasiones hay suerte, Juan no huye e incluso acepta la mano de su hija sobre la suya. Un momento de tregua por parte de la enfermedad, un espejismo en su oasis de soledad...
Pero cuando ésto sucede, es cuestión de minutos que Juan se suelte de la mano de su hija con un gesto airado y vuelva a alejarse, refunfuñando y cada vez más enfadado.

Así transcurre la mañana hasta que llega la hora de comer y el horario de visitas toca a su fin.
Luisa, cada día un poco más abatida, recoge sus cosas, el trozo de bizcocho que hizo anoche para su padre intacto en papel Albal,  y se dispone a marcharse.
Al cruzarse conmigo por el pasillo, se dirige a mí llorando:
"De verdad, Isa, yo no sé para qué vengo, tendría que hacer como mi hermana y no venir, ésto a mí me mata, verle así es que me mata..."

Pero Luisa, a pesar de todo, sigue volviendo cada día a dejarse matar, siempre bajo el yugo de su Resaca de Vivir particular, por si un buen día, quién sabe, aunque sólo sea por un rato, Juan se consigue escapar de los barrotes que conforman el destierro al que ha sido condenado, su jaula mental, y entonces pueda mirar a su hija a los ojos y decirle: "Hola Luisa, cuánto tiempo. Dime, ¿cómo estás?"

3 comentarios:

  1. recuerdo, un día ,que saludando a una residente que no hablaba, unas compañeras se rieron y yo les dije... si le hablo a mis plantas ¿ como no le voy a hablar a ella? .Me encantan tus reflexiones ¡ enhorabuena ¡ .

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  2. Qué bonita respuesta! Me ha encantado :)
    Muchas gracias por leer el blog y por comentar. Saludos!

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  3. Qué bonita respuesta! Me ha encantado :)
    Muchas gracias por leer el blog y por comentar. Saludos!

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