Resaca de vivir

Resaca de vivir

miércoles, 19 de febrero de 2014

CONCHA Y MANUEL - Parte 2.

Concha y Manuel, tras aquel Ictus que supuso un antes y un después, dejaron de ser, como ya relaté, Concha y Manuel.
Dos agónicas semanas más tarde, Manuel, directamente dejó de ser.

De él quedó el eco y la sombra de un sufrimiento que, visto el final, era a todas luces innecesario. Quedó su foto, que se retiró de la puerta de la habitación que ambos compartían. Quedaron sus informes y documentos, testigos de su mediocre paseo por este campo yermo. Quedó un archivador vacío que se llenó en seguida de otro temblor, de otra náusea, de otro miedo, de otra vida, de otro puñado de Papel y TintaQuedó la palabra "éxitus" grabada a boli en el relevo, un término profesional y aséptico para referirnos a ese brutal e incierto mazazo del tiempo. Quedaron algunas más cosas, vestigios y migajas, retales y fragmentos, todo cuestión de tiempo...
Pero, sobre todo, quedó Concha, los despojos de Concha, la sombra de Concha.

Una Concha que, como todo aquel que ha sufrido una importante pérdida, acarreará a Manuel sobre su espalda el resto de sus días, mirará todo lo que la rodea desde otra perspectiva, se reirá con otras ganas, sentirá la soledad tatuada en sus entrañas.
Pero también una Concha cuyo aparato respiratorio seguirá funcionando sin guardar luto, cuyo sistema circulatorio apenas se verá alterado, cuyas vísceras seguirán haciendo su mecánico trabajo, cuyo sistema nervioso no hará huelga ni guardará reposo.
En definitiva, una Concha dividida. Destrozado su interior pero con un inmutable aspecto exterior, incongruente contradicción; y lo que es peor, esa detestable falta de decoro por parte de la vida que continúa con su indolente ritmo como si nada relevante hubiera sucedido.

Y es que uno querría que el mundo, en estos arduos momentos, tuviera la gentileza de dejar a un lado su indiferencia y, por un momento, se detuviera. Pero no, eso nunca pasa, ni siquiera flotan en el aire tristes sonatas, ni hay como en el cine edulcoradas escenas dramáticas, ni dulces abrazos ni célebres palabras.
Sólo un minúsculo envase vacío que de pronto ha perdido todo su contenido.

Y mientras el mundo sigue a lo suyo, una nueva Concha que, enfundada en su falda negra y su rebeca de lana, tendrá que conformarse, resignarse y asumir que mucho de lo que nos sucede es ajeno a nuestro anhelo, indiferente a nuestro deseo, impasible a nuestro antojo, y aceptar que la vida se acaba convirtiendo con frecuencia en la crónica de un pesaroso abandono. Se acaba convirtiendo, en demasiadas ocasiones,en la historia de una renuncia, una historia vulgar, adocenada y burda.

4 comentarios:

  1. Días atrás le pregunté como se encontraba, no pudo mirarme a los ojos para contestar...me dijo que lo echaba mucho de menos y que estaba muy triste, esto me dio mucho que pensar...nosotras seguimos con nuestra velocidad devértigo sin darnos cuenta lo que ocurre a nuestro alrededor...

    ResponderEliminar
  2. Qué bien acabas de expresarlo, totalmente de acuerdo, para ella se ha detenido su mundo pero nosotras seguimos con nuestra tarea...

    ResponderEliminar
  3. Esta señora me recuerda por desgracia a otra señora...una mujer para la cual su vida terminó hace ya 8 años...Ahora sólo sobrevive y es incapaz de ver la belleza de todas las cosas geniales de la vida que la rodean, pues no tiene a su Antoñico... :(

    Me has emocionado demasiado...qué bonito escribes y qué bonita eres.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :'( Qué triste Lupe... no hay palabras para pérdidas así, se quedan marcadas a fuego en los ojos, en la piel...

      Eliminar