Camisón con el nombre del hospital impreso, sábanas lavadas un millar de veces y olor a desinfectante para su último debut.
Su hijo nos llama para comentarnos que Paquita ha fallecido. La noticia corre como la pólvora por la Residencia. Frases de pésame flotan en el aire, todos se apiadan de su alma, deseo general de que la residente descanse, por fin, en paz.
La Hermana encargada de estar en Recepción llama a su hijo para expresarle sus condolencias y preguntarle, como es natural, qué día le viene bien que se le haga la misa de difunto a Paquita.
Rostro desencajado, ojos que amenazan con salirse de las órbitas y gesto de incredulidad por parte de la monjita al escuchar la respuesta del hijo de Paquita: "Hermana, con todos mis respetos, mi madre era atea, no le vamos a hacer misa"
Minutos más tarde, escucho al pasar por Recepción una interesante conversación: "¿Te podrás creer que la familia de Paquita no quiere que se le haga misa porque por lo visto era atea? Deberíamos hablar con la trabajadora social para que cuando nos manden nuevos residentes, se les pregunte primero por sus creencias"
Así que, ya sabéis, revisad vuestras creencias no vaya a ser que el día de mañana, cuando intentéis entrar en una Residencia, contando con que dispongáis de una jubilación decente que os permita pagaros una plaza, cosa nada fácil, os lo aseguro, se os exija como requisito indispensable creer en la Santa Iglesia Católica.